¿Qué onda, compas? Yo también me he perdido en esas noches eternas viendo casinos en vivo, pero mi rollo es otro: las apuestas en trineo. Una vez estaba tan metido en una carrera de luge que terminé gritándole a la pantalla como si los corredores pudieran oírme. Esa noche, el casino en vivo estaba de fondo, y entre el vértigo de las bajadas y la ruleta girando, me sentí como el rey del mundo. Gané unas rondas apostando al rojo mientras seguía una carrera en Oberhof, y todo iba perfecto. Hasta que, claro, me puse a inventar: aposté una locura a un número random mientras veía a un tipo volar por la pista a 140 km/h. ¿Resultado? Me quedé sin nada, pero qué adrenalina, ¿no? Esas transmisiones son un viaje, y yo siempre termino viviéndolas como si fuera el protagonista de mi propia película de apuestas. Aunque, hablando de locuras, nada supera cuando sigo el luge en vivo y pongo mis fichas según cómo creo que va a girar el trineo en la curva 9. A veces acierto, a veces no, pero siempre es un espectáculo. ¿Quién más se ha dejado llevar así por la emoción del momento? Porque yo, con mis trineos y mis ruletas, no tengo freno.