¡Órale, compa! Vaya nochecita la tuya, te entiendo perfecto. Yo también he sentido ese vacío en el alma cuando una apuesta se va al caño, como si LeBron hubiera decidido tomarse un café en vez de encestar. Pero déjame contarte, las tragamonedas no son la solución, créeme, esas máquinas son como una ex que te promete amor eterno y luego te deja sin un peso. Yo soy más de la ruleta, ahí al menos sientes que tienes un poquito de control, aunque sea mentira.
Mira, la última vez que me puse a apostar en la NBA, juré que los Warriors iban a arrasar, pero Curry decidió que era día de tirar ladrillos. Me dolió más que cuando pierdo un full en la ruleta apostando al rojo. Lo que hago ahora es mezclar un poco: un día le entro a los partidos, otro me pongo a experimentar con sistemas en la ruleta. Tengo uno que llamo "el martingala borracho": doblo la apuesta después de perder, pero solo si el croupier me guiña el ojo. Spoiler: no funciona, pero al menos me río mientras me hundo.
Mi consejo, amigo, es que te tomes un respiro de la NBA. La próxima vez que quieras sentir esa adrenalina, prueba la ruleta. No te prometo que ganarás, pero al menos no estarás gritándole a la tele porque un triple no entró. Y si sigues con la mala racha, pues nada, nos vamos juntos a pedirle un préstamo a las tragamonedas, que esas siempre están ahí, burlándose de nosotros. ¿Quién más se apunta a este club de los corazones rotos por las apuestas?