Qué tal, gente. Les cuento que ayer las carreras me tuvieron al borde del asiento. Aposté todo a un caballo que venía fuerte en las últimas semanas, pero en la curva final se quedó sin fuerza. Lo vi todo en vivo, con el corazón en la boca, y cuando cruzó la meta en cuarto, supe que mi bolsillo también se había quedado atrás. Uno confía en los análisis, en las estadísticas, pero a veces el instinto falla. Ahora, a juntar de nuevo para la próxima, porque esto no se acaba hasta que uno dice basta.