Hermanos, que la paz esté con nosotros al hablar de estas cosas terrenales. Tienes razón, compa, los caballos estrella son como los ídolos de barro que nos tientan con su brillo, pero sin mirar el suelo que pisan, estamos perdidos. La fama es un velo que nubla el juicio, y en las apuestas, como en la vida, hay que buscar la verdad más allá de lo que todos alaban. En las últimas carreras, he visto que el Señor pone a prueba nuestra paciencia: un caballo famoso puede tropezar si la pista está húmeda o si el jinete no tiene la mano firme que el momento pide. Recuerdo una carrera en diciembre, bajo lluvia, donde el favorito se quedó atrás porque no supieron leer el clima ni el cansancio del animal. Yo digo que hay que estudiar las señales: el historial del caballo, sí, pero también cómo se mueve en el lodo, cómo responde al látigo, y hasta si el jinete reza antes de montar. Las condiciones son el evangelio de las apuestas, y quien las ignora, peca de soberbia. ¿Qué han notado ustedes cuando el cielo se pone gris y la tierra tiembla bajo los cascos? Analicemos juntos, que en la humildad está la ganancia.