A veces, en las apuestas deportivas, confiamos demasiado en esa corazonada que parece infalible. Pero el deporte, como la ruleta o el blackjack, tiene su propia voluntad. Una lesión de última hora, un mal día del favorito o un empate inesperado nos recuerdan que no todo está en nuestras manos. La lección más dura no es perder, sino entender que la suerte siempre juega sus cartas, y no siempre a nuestro favor.