Qué onda, banda, pues aquí estoy otra vez, rascándome la cabeza porque no sé qué pasó con las tragamonedas esta semana. Todo empezó con una corazonada rara antes de sentarme a jugar, como si algo me dijera "mejor vete a casa". Pero no, terco como soy, me quedé dándole a la palanca. Al principio, las máquinas estaban de buen humor, sacando pequeños premios, pero de repente, ¡pum!, todo se secó. Ni un peso más, como si me hubieran echado una maldición. No sé si fue mi mal presentimiento o simplemente la suerte me abandonó, pero terminé con las manos vacías y cara de "qué hice mal". ¿A alguien más le ha pasado esto después de ignorar esa vocecita interna? Ya no sé si culpar a las máquinas o a mí mismo por no hacerle caso a mi instinto.