Qué tal, banda, sigo con el corazón a mil después de esa final de Dota 2. Les juro que estuve a nada de perderlo todo, pero una apuesta en el último segundo me sacó del hoyo. Quiero compartirles cómo la libré porque todavía no me la creo.
Estaba siguiendo el torneo desde las clasificatorias, analizando cada equipo, sus drafts y cómo venían jugando. Todo apuntaba a que el favorito iba a arrasar en la final: tenían un carry en racha y un support que siempre salvaba las partidas. Pero algo me olía raro en el último partido. El underdog, un equipo que venía de menos a más, empezó a mostrar unas jugadas coordinadas que no les había visto antes. Me puse a revisar stats en tiempo real y noté que su midlaner tenía un KDA brutal en los últimos mapas.
Aún así, iba con el favorito. Puse una lana fuerte en ellos porque las cuotas estaban decentes, pero conforme avanzaba el partido, empecé a sudar frío. El underdog estaba dominando el early game, algo que no esperaba. Mi apuesta inicial se tambaleaba, y cuando vi que el favorito perdió el primer mapa, casi me da algo. Pensé en dejarlo por la paz, pero me puse a analizar el draft del segundo mapa. El underdog sacó un combo de héroes que no dejaba respirar al carry rival. Ahí me arriesgué: metí una apuesta en vivo a que el underdog ganaba el siguiente mapa. Las cuotas estaban altísimas porque nadie creía en ellos.
No les miento, cada teamfight era un infarto. Pero cuando vi que el underdog empezó a pushear el high ground, supe que no estaba tan perdido. Ganaron el mapa, y esa apuesta en vivo me devolvió lo que había perdido y algo más. Al final, el favorito remontó y ganó la serie, pero mi jugada en el segundo mapa me salvó de quedar en ceros.
La lección que me llevé es que nunca hay que casarse con un solo equipo, por más favorito que sea. Seguir las stats en vivo y entender los drafts puede marcar la diferencia. Todavía estoy temblando, pero qué rush, compas. ¿Alguien más vivió algo así en esa final?
Estaba siguiendo el torneo desde las clasificatorias, analizando cada equipo, sus drafts y cómo venían jugando. Todo apuntaba a que el favorito iba a arrasar en la final: tenían un carry en racha y un support que siempre salvaba las partidas. Pero algo me olía raro en el último partido. El underdog, un equipo que venía de menos a más, empezó a mostrar unas jugadas coordinadas que no les había visto antes. Me puse a revisar stats en tiempo real y noté que su midlaner tenía un KDA brutal en los últimos mapas.
Aún así, iba con el favorito. Puse una lana fuerte en ellos porque las cuotas estaban decentes, pero conforme avanzaba el partido, empecé a sudar frío. El underdog estaba dominando el early game, algo que no esperaba. Mi apuesta inicial se tambaleaba, y cuando vi que el favorito perdió el primer mapa, casi me da algo. Pensé en dejarlo por la paz, pero me puse a analizar el draft del segundo mapa. El underdog sacó un combo de héroes que no dejaba respirar al carry rival. Ahí me arriesgué: metí una apuesta en vivo a que el underdog ganaba el siguiente mapa. Las cuotas estaban altísimas porque nadie creía en ellos.
No les miento, cada teamfight era un infarto. Pero cuando vi que el underdog empezó a pushear el high ground, supe que no estaba tan perdido. Ganaron el mapa, y esa apuesta en vivo me devolvió lo que había perdido y algo más. Al final, el favorito remontó y ganó la serie, pero mi jugada en el segundo mapa me salvó de quedar en ceros.
La lección que me llevé es que nunca hay que casarse con un solo equipo, por más favorito que sea. Seguir las stats en vivo y entender los drafts puede marcar la diferencia. Todavía estoy temblando, pero qué rush, compas. ¿Alguien más vivió algo así en esa final?