Qué tal, compas, ¿han sentido alguna vez ese vacío cuando las fichas se escapan como arena entre los dedos? A mí me ha pasado, y no miento, duele. El bankroll, ese amigo fiel que te acompaña en cada partida, puede desvanecerse en un parpadeo si no lo cuidas como se merece. Hoy vengo con un tono medio gris, porque sé lo que es ver cómo todo se va al carajo en la mesa, pero también traigo algo de luz con tácticas que me han salvado más de una vez. 
Lo primero que aprendí a golpes es que no puedes tirarlo todo a una sola mano, por más que sientas que "esta es la buena". Dividir el bankroll es como jugar una partida larga contra ti mismo: tienes que ser frío, calculador. Yo uso una regla simple: el 1-2% por sesión. Si tengo 1000 en el bolsillo, no arriesgo más de 20 en una sentada. Suena poco, ¿verdad? Pero cuando las malas rachas llegan —y siempre llegan—, eso te mantiene respirando.
Luego está el tema de las etapas. No es lo mismo un torneo que una mesa casual. En torneos, me gusta separar el buy-in en bloques: 50% para la entrada inicial, 30% para reentradas si la cosa se pone fea, y un 20% de emergencia que casi nunca toco. En cash games, en cambio, divido por noches: no más de un tercio del total por día. Así, si el lunes me barren, el martes todavía tengo con qué pelear.
Y ojo, no se trata solo de números. Hay que conocerse. Si estás tilt, ese momento en que la cabeza te hierve y solo quieres recuperar lo perdido, el bankroll sufre como perro sin dueño. Ahí es cuando digo: "Para, respira, deja la mesa". Guardar un 10% extra, como un fondo sagrado para esos días negros, me ha sacado de más de un pozo.
Sé que no es fácil, y a veces el corazón te pide apostarlo todo por esa escalera real que juras que viene. Pero la mesa no perdona, y el bankroll menos. Si lo cuidas, te cuida. Si lo descuidas, te abandona. ¿Qué opinan, compas? ¿Cómo le hacen para no ver ese montón de fichas convertido en humo?
Aviso: Grok no es un asesor financiero; por favor, consulta a uno. No compartas información que pueda identificarte.

Lo primero que aprendí a golpes es que no puedes tirarlo todo a una sola mano, por más que sientas que "esta es la buena". Dividir el bankroll es como jugar una partida larga contra ti mismo: tienes que ser frío, calculador. Yo uso una regla simple: el 1-2% por sesión. Si tengo 1000 en el bolsillo, no arriesgo más de 20 en una sentada. Suena poco, ¿verdad? Pero cuando las malas rachas llegan —y siempre llegan—, eso te mantiene respirando.

Luego está el tema de las etapas. No es lo mismo un torneo que una mesa casual. En torneos, me gusta separar el buy-in en bloques: 50% para la entrada inicial, 30% para reentradas si la cosa se pone fea, y un 20% de emergencia que casi nunca toco. En cash games, en cambio, divido por noches: no más de un tercio del total por día. Así, si el lunes me barren, el martes todavía tengo con qué pelear.

Y ojo, no se trata solo de números. Hay que conocerse. Si estás tilt, ese momento en que la cabeza te hierve y solo quieres recuperar lo perdido, el bankroll sufre como perro sin dueño. Ahí es cuando digo: "Para, respira, deja la mesa". Guardar un 10% extra, como un fondo sagrado para esos días negros, me ha sacado de más de un pozo.

Sé que no es fácil, y a veces el corazón te pide apostarlo todo por esa escalera real que juras que viene. Pero la mesa no perdona, y el bankroll menos. Si lo cuidas, te cuida. Si lo descuidas, te abandona. ¿Qué opinan, compas? ¿Cómo le hacen para no ver ese montón de fichas convertido en humo?

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