Qué tal, muchachos, aquí estamos otra vez, mirando cómo el destino juega sus cartas en esta temporada de locos. No sé si a ustedes les pasa, pero yo ya estoy sintiendo el peso de los riesgos que no terminan de cuajar. Los duelos extremos este año han sido un carrusel de emociones, pero más que nada, una lección dura sobre cómo a veces el instinto no basta para ganarle a la incertidumbre.
Empecemos por el freeride de montaña. Las apuestas estaban puestas en tipos como Javier Domínguez, que venía con un historial brutal en las laderas más salvajes de los Andes. Pero, ¿qué pasó en la última fecha en Cerro Bayo? Una racha de viento inesperada y un error mínimo en el aterrizaje lo dejaron fuera del podio. Yo tenía mi confianza en él, analizando su técnica frame por frame, cómo maneja las curvas imposibles y su control en el aire. Pero la montaña no perdona, y las casas de apuestas se rieron en mi cara. Si alguien metió plata ahí, seguro sintió el golpe.
Luego está el surf de olas grandes en Todos Santos. Ahí la cosa se puso aún más sombría. Pensé que Lucas Chianca iba a dominar, porque el tipo tiene un historial de leer el océano como si fuera un libro abierto. Las olas estaban rompiendo a más de 15 metros, y las condiciones eran perfectas para su estilo agresivo. Pero una mala caída en la semifinal lo sacó del juego, y con él se fueron mis esperanzas de sacar algo decente en esa jornada. Analicé los partes meteorológicos, las mareas, todo apuntaba a que era su día. Y nada. El riesgo no pagó, otra vez.
Y ni hablemos del motocross freestyle en el X-Fighters de este mes. Puse mis fichas en Tom Pagès, porque su consistencia en los trucos dobles y su sangre fría bajo presión eran de manual. Pero un ajuste mal calculado en el ramp-up y terminó comiendo tierra. No fue un mal día para él solo, sino para todos los que seguimos estos eventos con el corazón en la mano y la billetera en la otra.
La verdad, esta temporada me tiene pensando. Uno puede estudiar cada movimiento, cada variable, desde la velocidad del viento hasta el ángulo de una rampa, pero al final, los deportes extremos son un recordatorio de que el control es una ilusión. Para los que vivimos de analizar y apostar, es un trago amargo. ¿Vale la pena seguir tentando a la suerte con estas combinaciones imposibles? No sé, pero algo me dice que, aunque duela, no voy a dejar de intentarlo. ¿Y ustedes, cómo lo están llevando con estos resultados tan impredecibles?
Empecemos por el freeride de montaña. Las apuestas estaban puestas en tipos como Javier Domínguez, que venía con un historial brutal en las laderas más salvajes de los Andes. Pero, ¿qué pasó en la última fecha en Cerro Bayo? Una racha de viento inesperada y un error mínimo en el aterrizaje lo dejaron fuera del podio. Yo tenía mi confianza en él, analizando su técnica frame por frame, cómo maneja las curvas imposibles y su control en el aire. Pero la montaña no perdona, y las casas de apuestas se rieron en mi cara. Si alguien metió plata ahí, seguro sintió el golpe.
Luego está el surf de olas grandes en Todos Santos. Ahí la cosa se puso aún más sombría. Pensé que Lucas Chianca iba a dominar, porque el tipo tiene un historial de leer el océano como si fuera un libro abierto. Las olas estaban rompiendo a más de 15 metros, y las condiciones eran perfectas para su estilo agresivo. Pero una mala caída en la semifinal lo sacó del juego, y con él se fueron mis esperanzas de sacar algo decente en esa jornada. Analicé los partes meteorológicos, las mareas, todo apuntaba a que era su día. Y nada. El riesgo no pagó, otra vez.
Y ni hablemos del motocross freestyle en el X-Fighters de este mes. Puse mis fichas en Tom Pagès, porque su consistencia en los trucos dobles y su sangre fría bajo presión eran de manual. Pero un ajuste mal calculado en el ramp-up y terminó comiendo tierra. No fue un mal día para él solo, sino para todos los que seguimos estos eventos con el corazón en la mano y la billetera en la otra.
La verdad, esta temporada me tiene pensando. Uno puede estudiar cada movimiento, cada variable, desde la velocidad del viento hasta el ángulo de una rampa, pero al final, los deportes extremos son un recordatorio de que el control es una ilusión. Para los que vivimos de analizar y apostar, es un trago amargo. ¿Vale la pena seguir tentando a la suerte con estas combinaciones imposibles? No sé, pero algo me dice que, aunque duela, no voy a dejar de intentarlo. ¿Y ustedes, cómo lo están llevando con estos resultados tan impredecibles?