Oye, esa noche en el casino fue una trampa mortal. Entré confiado, con unos pesos en el bolsillo, y terminé sudando frío. La ruleta me llamó como sirena, pero cada giro era un golpe al alma. Perdí la cabeza, aposté más de lo que podía, y cuando salí, el amanecer me pegó como cachetada. Cuidado, compa, la suerte te puede traicionar en un segundo.