Muchachos, estoy todavía temblando de lo que pasó anoche con mi apuesta de fantasía en el partido de Champions. No sé ni por dónde empezar, pero voy a intentar contarlo todo porque esto es de locos. Resulta que armé mi equipo como siempre, analizando stats, viendo quién estaba en racha y quién no, y puse a unos cuantos cracks que venían jugando bien las últimas semanas. Todo pintaba perfecto, ¿saben? Hasta me sentía confiado, pensando que esta vez iba a arrasar en la liga con mis amigos.
El partido empieza y, de entrada, mi delantero estrella, el que supuestamente iba a meter un hat-trick, se lesiona a los 15 minutos. ¡Quince minutos! Me quería morir, porque ya saben cómo es esto, si tu jugador no juega, te quedas con cero puntos en esa posición. Ahí empezó el desastre, pero yo todavía tenía esperanzas, porque mi mediocampista clave estaba en la cancha y el tipo venía de meter goles en los últimos tres partidos. Pues nada, anoche decidió que no era su día: falló un penal, le sacaron amarilla y, para rematar, lo expulsaron en el segundo tiempo. En ese momento, yo ya estaba gritándole a la tele como si me fuera a escuchar.
Pero esperen, que la cosa no termina ahí. Mientras todo esto pasaba, puse al portero de un equipo que, en teoría, iba a tener un partido fácil. ¿Qué pasó? El equipo rival, que nadie esperaba que hiciera nada, le metió cuatro goles en 20 minutos. Cuatro. Yo veía los puntos de mi apuesta bajar más rápido que el valor de las criptos en un mal día. Ya estaba resignado, pensando que esta jornada me iba a dejar en el fondo de la tabla, cuando de repente, mi defensor, ese al que casi no pongo porque no me convencía, mete un gol de cabeza en el último minuto. ¡Un defensor! No lo podía creer, me puse a saltar como loco en la sala.
Al final, entre el caos, las lesiones, las expulsiones y ese gol milagroso, terminé salvando la jornada por los pelos. No gané, pero tampoco quedé último, que ya es mucho decir después de ese desastre. Todavía no sé si reír o llorar, pero una cosa tengo clara: estas apuestas de fantasía en la Champions son una montaña rusa que no te deja ni respirar. ¿A alguien más le pasó algo así de loco esta semana? Porque yo necesito saber que no estoy solo en este sufrimiento.
El partido empieza y, de entrada, mi delantero estrella, el que supuestamente iba a meter un hat-trick, se lesiona a los 15 minutos. ¡Quince minutos! Me quería morir, porque ya saben cómo es esto, si tu jugador no juega, te quedas con cero puntos en esa posición. Ahí empezó el desastre, pero yo todavía tenía esperanzas, porque mi mediocampista clave estaba en la cancha y el tipo venía de meter goles en los últimos tres partidos. Pues nada, anoche decidió que no era su día: falló un penal, le sacaron amarilla y, para rematar, lo expulsaron en el segundo tiempo. En ese momento, yo ya estaba gritándole a la tele como si me fuera a escuchar.
Pero esperen, que la cosa no termina ahí. Mientras todo esto pasaba, puse al portero de un equipo que, en teoría, iba a tener un partido fácil. ¿Qué pasó? El equipo rival, que nadie esperaba que hiciera nada, le metió cuatro goles en 20 minutos. Cuatro. Yo veía los puntos de mi apuesta bajar más rápido que el valor de las criptos en un mal día. Ya estaba resignado, pensando que esta jornada me iba a dejar en el fondo de la tabla, cuando de repente, mi defensor, ese al que casi no pongo porque no me convencía, mete un gol de cabeza en el último minuto. ¡Un defensor! No lo podía creer, me puse a saltar como loco en la sala.
Al final, entre el caos, las lesiones, las expulsiones y ese gol milagroso, terminé salvando la jornada por los pelos. No gané, pero tampoco quedé último, que ya es mucho decir después de ese desastre. Todavía no sé si reír o llorar, pero una cosa tengo clara: estas apuestas de fantasía en la Champions son una montaña rusa que no te deja ni respirar. ¿A alguien más le pasó algo así de loco esta semana? Porque yo necesito saber que no estoy solo en este sufrimiento.