Qué tiempos aquellos cuando la Europa League nos regalaba noches de puro fuego, ¿no? Ahora miro los partidos y siento que algo se perdió en el camino. Las tácticas, ese ajedrez que antes veíamos en cada cruce de jueves, se han diluido entre alineaciones predecibles y equipos que parecen conformarse con poco. Ayer estuve revisando el choque entre el Villarreal y el Maccabi, y aunque el Submarino Amarillo sacó el triunfo, no vi esa chispa que te hace saltar del sofá. Un 4-3-3 bien plantado, sí, pero sin alma, como si los jugadores estuvieran más pendientes de no perder que de ir a ganar.
Luego tienes al Atalanta contra el Sporting, un partido que en papel prometía guerra táctica. Los italianos, con su presión alta marca de la casa, parecían tenerlo todo para desarmar a un Sporting que vive de transiciones rápidas. Pero nada, se quedó en un empate que sabe a derrota para los dos. Gasperini sigue siendo un genio, ojo, su 3-4-2-1 es una obra de arte cuando funciona, pero ayer faltó ese instinto asesino en el área. Y el Sporting, con Rúben Amorim moviendo piezas, tuvo sus chances en contraataque, pero pecó de lo de siempre: poca claridad arriba.
Si me pongo a analizar, diría que el problema está en que los equipos medianos ya no arriesgan como antes. Recuerdo cuando el Sevilla de Emery te montaba un espectáculo con Banega y Vitolo rompiendo líneas, o ese Shakhtar de Lucescu que te bailaba con sus brasileños. Ahora todo es más calculado, más frío. Hasta las apuestas se sienten menos emocionantes, porque los resultados parecen escritos antes de que ruede el balón. ¿Dónde quedó esa magia de ver a un underdog como el Midtjylland colarse y dar la sorpresa con un pressing asfixiante?
Para los que todavía le metemos cabeza a esto, diría que hay que fijarse en los detalles que aún sobreviven. El Leverkusen, por ejemplo, sigue siendo un equipo que vale la pena estudiar: Xabi Alonso tiene a esos chicos jugando con una mezcla de posesión y verticalidad que a veces recuerda al Dortmund de Klopp. Contra el Qarabag lo bordaron, aunque sufrieron más de la cuenta. Si apuestas por ellos, ojo a los goles tempraneros, porque saben golpear primero. Pero incluso ahí, falta ese toque épico que te hacía creer en las remontadas imposibles.
No sé, será que me estoy poniendo viejo o que extraño demasiado esas noches donde la Europa League era un caos hermoso. Ahora miro la tabla de grupos y solo pienso en lo predecible que se ha vuelto todo. Quizás el secreto esté en volver a lo básico: tácticas valientes, menos miedo a perder y más ganas de dejarlo todo. Porque si no, esto se va a seguir apagando, y nosotros, los que seguimos apostando y analizando, nos vamos a quedar con las ganas de sentir esa adrenalina de antes.
Luego tienes al Atalanta contra el Sporting, un partido que en papel prometía guerra táctica. Los italianos, con su presión alta marca de la casa, parecían tenerlo todo para desarmar a un Sporting que vive de transiciones rápidas. Pero nada, se quedó en un empate que sabe a derrota para los dos. Gasperini sigue siendo un genio, ojo, su 3-4-2-1 es una obra de arte cuando funciona, pero ayer faltó ese instinto asesino en el área. Y el Sporting, con Rúben Amorim moviendo piezas, tuvo sus chances en contraataque, pero pecó de lo de siempre: poca claridad arriba.
Si me pongo a analizar, diría que el problema está en que los equipos medianos ya no arriesgan como antes. Recuerdo cuando el Sevilla de Emery te montaba un espectáculo con Banega y Vitolo rompiendo líneas, o ese Shakhtar de Lucescu que te bailaba con sus brasileños. Ahora todo es más calculado, más frío. Hasta las apuestas se sienten menos emocionantes, porque los resultados parecen escritos antes de que ruede el balón. ¿Dónde quedó esa magia de ver a un underdog como el Midtjylland colarse y dar la sorpresa con un pressing asfixiante?
Para los que todavía le metemos cabeza a esto, diría que hay que fijarse en los detalles que aún sobreviven. El Leverkusen, por ejemplo, sigue siendo un equipo que vale la pena estudiar: Xabi Alonso tiene a esos chicos jugando con una mezcla de posesión y verticalidad que a veces recuerda al Dortmund de Klopp. Contra el Qarabag lo bordaron, aunque sufrieron más de la cuenta. Si apuestas por ellos, ojo a los goles tempraneros, porque saben golpear primero. Pero incluso ahí, falta ese toque épico que te hacía creer en las remontadas imposibles.
No sé, será que me estoy poniendo viejo o que extraño demasiado esas noches donde la Europa League era un caos hermoso. Ahora miro la tabla de grupos y solo pienso en lo predecible que se ha vuelto todo. Quizás el secreto esté en volver a lo básico: tácticas valientes, menos miedo a perder y más ganas de dejarlo todo. Porque si no, esto se va a seguir apagando, y nosotros, los que seguimos apostando y analizando, nos vamos a quedar con las ganas de sentir esa adrenalina de antes.