Compañeros de la danza nocturna, ¿han sentido alguna vez el pulso del partido latiendo en sus venas mientras el balón rueda? Apostar en vivo al fútbol es como caminar sobre una cuerda floja bajo la luna llena. Ayer, en el clásico, vi cómo el empate se deshacía en un suspiro: un gol en el minuto 87 me hizo temblar de emoción y llenó mis bolsillos. No es solo suerte, es leer el juego como un poema en movimiento, saber cuándo el delantero va a romper el silencio. Cada pase, cada falta, es un verso que susurra si arriesgar o esperar. ¿Y ustedes, qué historias guardan de esta danza con el balón?