Bueno, aquí va una de mis historias más locas con las apuestas al frisbee, porque si no arriesgas, no ganas, ¿verdad? Todo empezó hace unos meses cuando me metí de lleno en un torneo regional de ultimate frisbee que estaba viendo por streaming. Era uno de esos eventos que no mucha gente sigue, pero yo ya tenía el ojo puesto en un par de equipos underdog que venían jugando con un hambre impresionante. El caso es que me tiré de cabeza a analizar: miré los vientos, la forma física de los jugadores, hasta el historial de lesiones de los capitanes. Total, que me convencí de que un equipo novato, Los Halcones del Sur, iba a dar la sorpresa contra los favoritos, unos veteranos pesados que siempre se llevan los titulares.
La cosa es que las cuotas estaban deliciosas, 5 a 1 en contra de mis Halcones. Yo, confiado como si tuviera una bola de cristal, puse una lana seria, de esa que te hace sudar frío cuando la ves salir de tu cuenta. Primera ronda, los novatos arrancan tibios, perdiendo por tres puntos, y yo ya estaba mordiéndome las uñas, pensando que había tirado mi plata al río. Pero en la segunda mitad, bam, se despiertan. El capitán, un flaco que parecía más bien un estudiante de arte que atleta, empieza a lanzar discos como si fuera un francotirador. Ganaron por dos puntos, y yo pegué un grito que casi me echan del departamento.
Claro, no todo es color de rosa en este mundillo. Al siguiente torneo, me creí el rey del análisis y aposté fuerte otra vez, pero esta vez a un equipo que en papel era imbatible: Los Cóndores del Valle. Tenían un récord brutal, jugadores altos como torres y una estrategia que parecía sacada de un manual militar. ¿Qué pasó? El día del partido llovió como si el cielo se estuviera vengando, y esos gigantes no podían ni agarrar el disco con las manos mojadas. Perdieron contra unos desconocidos que corrían como locos y no les importaba resbalarse en el lodo. Mi apuesta se fue al carajo, y yo me quedé mirando la pantalla con cara de "qué acabo de hacer con mi vida".
Lo chistoso es que sigo volviendo. Cada torneo es una ruleta: a veces te sale el sol y otras te cae el diluvio. Ahora estoy siguiendo un campeonato nacional que empieza la próxima semana. Hay un equipo, Las Águilas de la Costa, que me tiene intrigado. No son los más rápidos, pero tienen una química que da miedo y un lanzador que hace jugadas imposibles. Las cuotas no están tan jugosas, pero algo me dice que pueden romperla. Ya veremos si me la juego otra vez o si esta vez me quedo solo mirando desde la barrera. Total, en esto del frisbee y las apuestas, o te lanzas al vacío o te quedas contando las nubes. ¿Alguien más se ha quemado los dedos con estas locuras o soy el único que no aprende?
La cosa es que las cuotas estaban deliciosas, 5 a 1 en contra de mis Halcones. Yo, confiado como si tuviera una bola de cristal, puse una lana seria, de esa que te hace sudar frío cuando la ves salir de tu cuenta. Primera ronda, los novatos arrancan tibios, perdiendo por tres puntos, y yo ya estaba mordiéndome las uñas, pensando que había tirado mi plata al río. Pero en la segunda mitad, bam, se despiertan. El capitán, un flaco que parecía más bien un estudiante de arte que atleta, empieza a lanzar discos como si fuera un francotirador. Ganaron por dos puntos, y yo pegué un grito que casi me echan del departamento.
Claro, no todo es color de rosa en este mundillo. Al siguiente torneo, me creí el rey del análisis y aposté fuerte otra vez, pero esta vez a un equipo que en papel era imbatible: Los Cóndores del Valle. Tenían un récord brutal, jugadores altos como torres y una estrategia que parecía sacada de un manual militar. ¿Qué pasó? El día del partido llovió como si el cielo se estuviera vengando, y esos gigantes no podían ni agarrar el disco con las manos mojadas. Perdieron contra unos desconocidos que corrían como locos y no les importaba resbalarse en el lodo. Mi apuesta se fue al carajo, y yo me quedé mirando la pantalla con cara de "qué acabo de hacer con mi vida".
Lo chistoso es que sigo volviendo. Cada torneo es una ruleta: a veces te sale el sol y otras te cae el diluvio. Ahora estoy siguiendo un campeonato nacional que empieza la próxima semana. Hay un equipo, Las Águilas de la Costa, que me tiene intrigado. No son los más rápidos, pero tienen una química que da miedo y un lanzador que hace jugadas imposibles. Las cuotas no están tan jugosas, pero algo me dice que pueden romperla. Ya veremos si me la juego otra vez o si esta vez me quedo solo mirando desde la barrera. Total, en esto del frisbee y las apuestas, o te lanzas al vacío o te quedas contando las nubes. ¿Alguien más se ha quemado los dedos con estas locuras o soy el único que no aprende?