Entre el susurro de las cartas y el eco de las sombras, me lancé al abismo de la duda. El destino, caprichoso, me retó a danzar con la paciencia. Verificar mi cuenta fue como ajustar los pasos de un tango imposible: un giro, un error, un respiro. Pero al final, la luz se abrió paso. Gané, no solo al juego, sino al tiempo que intentó doblegarme. Una victoria silenciosa, tejida en la penumbra.