Ey, qué tal, banda, aquí va mi granito de arena para no terminar con los bolsillos vacíos y la cabeza hecha un lío. Cuando se trata de repartir la plata entre apuestas, yo siempre digo que es como hacer un buen asado: hay que saber cuánto carbón echarle a cada parte para que no se queme todo de una. Mi táctica es simple pero efectiva: agarro mi bankroll y lo parto en pedacitos pequeños, como si fueran porciones de pizza. Nada de jugárselo todo en una sola tirada, eso es para los que quieren presumir en el bar y luego pedir prestado.
Yo suelo dividir en tres: un 60% para apuestas seguras, esas que no te hacen sudar frío; un 30% para jugadas con un poquito más de riesgo, donde ya empieza la emoción; y un 10% para esas locuras que a veces dan ganas de probar, como apostar a que el equipo más débil mete un gol en el último minuto. Así, si la cosa se pone fea, no me quedo en cero y sigo en el juego. La clave está en no mezclar las porciones: si gané con las seguras, no voy y lo meto todo en una locura, porque entonces es como tirar la plata por la ventana con una sonrisa.
Al final, se trata de disfrutar el rato sin que te duela el alma después. ¿Y ustedes, cómo le hacen para no perder la cabeza con las apuestas?
Yo suelo dividir en tres: un 60% para apuestas seguras, esas que no te hacen sudar frío; un 30% para jugadas con un poquito más de riesgo, donde ya empieza la emoción; y un 10% para esas locuras que a veces dan ganas de probar, como apostar a que el equipo más débil mete un gol en el último minuto. Así, si la cosa se pone fea, no me quedo en cero y sigo en el juego. La clave está en no mezclar las porciones: si gané con las seguras, no voy y lo meto todo en una locura, porque entonces es como tirar la plata por la ventana con una sonrisa.
Al final, se trata de disfrutar el rato sin que te duela el alma después. ¿Y ustedes, cómo le hacen para no perder la cabeza con las apuestas?