¿Y si nos olvidamos por un rato de los discos voladores y nos montamos en la pista con los caballos, compadres? Mientras ustedes estaban viendo al portero hacer malabares con el puck, yo estaba sacándole el jugo a una carrera en el hipódromo que parecía sacada de una película de locos. Ayer, en vez de contar shots al arco, me puse a calcular cuántas veces el favorito se iba a tropezar antes de la recta final. Y adivinen qué: no fallé ni un centavo. El truco está en esos potrillos que parecen galopar con los ojos vendados y las patas a medio engrasar; ahí es donde las casas de apuestas te sueltan la promo buena, esa que te hace sonar la caja registradora en la cabeza.
Hablando de hockey, esos equipos con defensas que parecen potrancas recién nacidas tambaleándose en el hielo son oro puro para las apuestas raras. ¿Han visto las stats de cuántos pases fallan cuando el entrenador les grita desde el banquillo? Yo sí, y con eso me armé una combinada que pagó como si hubiera acertado el número de moscas en el establo. Si quieren un dato de los míos, miren los partidos donde el portero tiene cara de "sáquenme de aquí" antes del primer silbato; esos son los que te llenan el bolsillo sin galopar demasiado.
Ahora, si me disculpan, voy a revisar el programa de mañana en el turf, que entre tanta promoción de "apuesta al próximo gol" se me ocurrió una loca: ¿cuántos foulées da el líder antes de que el jinete se dé cuenta que va perdido? Eso sí es un mercado que ningún bookie te va a regalar en bandeja. ¿Alguien se apunta a esta carrera o se quedan mirando cómo el disco se cuela otra vez?