La Fórmula 1 es un relámpago que cruza el asfalto, pero ¿es la suerte la que decide quién cruza primero la meta? Creo que no. Cada curva, cada adelantamiento, lleva detrás un océano de datos: tiempos por sector, desgaste de neumáticos, estrategias de pits. Apostar aquí no es lanzar una moneda al aire; es leer el ritmo de la carrera como si fuera un libro abierto. La clave está en entender que la victoria no siempre es para el más rápido, sino para el que calcula mejor. ¿Suerte? Tal vez un destello. ¿Estrategia? El verdadero motor.