¿Ese giro en la ruleta que cambió todo? ¡Cuéntalo!

Merlin.

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17 Mar 2025
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Bueno, aquí va una historia que todavía me da vueltas en la cabeza. Era una de esas noches en las que sientes que el aire está cargado, como si algo grande estuviera a punto de pasar, pero no sabes qué. Había llegado a un casino pequeño, de esos que no presumen de luces cegadoras ni promesas de millones, pero que tienen un encanto raro, como si las paredes guardaran secretos. Me había prometido no apostar mucho, solo probar suerte y pasar el rato, pero ya saben cómo es esto: uno empieza con una fichita y de repente está metido hasta el cuello.
Estaba en la ruleta, observando el giro de la bola como si fuera un ritual. No sé por qué, pero esa noche me dio por seguir un presentimiento extraño. Había una mesa llena de gente, todos gritando y animando, pero yo estaba en mi mundo, mirando los números como si me hablaran. Decidí apostar a un solo número, el 17, sin ninguna lógica. No era mi cumpleaños, no era un número que me persiguiera ni nada por el estilo. Solo sentí que tenía que ser ese. Puse una apuesta modesta, de esas que no duelen si las pierdes, y esperé.
La bola giró, rebotó, se burló de todos los que conteníamos el aliento. Y entonces, como si el tiempo se detuviera, cayó en el 17. La mesa estalló en murmullos, pero yo estaba en shock, como si no creyera lo que veía. No era una fortuna, pero era suficiente para que el corazón me latiera en la garganta. Podría haber parado ahí, recoger mi ganancia y salir como héroe, pero no, la noche tenía otros planes.
Con la adrenalina a tope, decidí seguir. Pero aquí es donde la cosa se pone rara. Empecé a sentir que no era solo suerte, como si algo me guiara. Aposté de nuevo, esta vez al 17 otra vez, y aunque no cayó exactamente ahí, salió un número cercano, el 20. Gané algo, no mucho, pero suficiente para seguir en la mesa. La gente a mi alrededor ya me miraba como si tuviera un truco bajo la manga, pero juro que no había nada de eso. Solo estaba… conectado, no sé cómo explicarlo.
La noche siguió, y entre giros y apuestas, empecé a notar un patrón extraño. No eran los números, sino las personas. Había un tipo mayor, con cara de haber visto mil noches como esa, que siempre apostaba al rojo y perdía, pero nunca se rendía. Una chica joven que parecía estar celebrando algo y ponía fichas al azar, riendo como si no le importara el resultado. Y yo, en medio de todo, tratando de descifrar si el universo me estaba dando una señal o solo me estaba volviendo loco.
Al final, no me fui con un montón de dinero, pero tampoco me fui con las manos vacías. Lo que me quedó fue esa sensación de haber estado en un juego más grande que la ruleta misma, como si por un momento hubiera tocado algo que no se explica. Todavía pienso en esa noche y me pregunto si el 17 volverá a cruzarse en mi camino. ¿A alguien más le ha pasado algo así? ¿Ese momento en que sientes que no eres solo tú contra la mesa, sino contra algo más?