¡Ey, compas! No sé si reír o llorar con esto de la ruleta, ¿saben? Llevo semanas probando sistemas como loco, y la cabeza me da vueltas como la mismísima bola. Empecé con el Martingala, ese clásico de duplicar tras perder, y al principio parecía que el rojo y negro me guiñaban el ojo. Pero, ¡pum!, en una racha mala se me fue todo más rápido que Usain Bolt en las Olimpiadas. 
Luego me pasé al D’Alembert, más tranqui, subiendo y bajando apuestas como en una montaña rusa suave. A veces ganaba algo, otras perdía, pero no sé, ¿será que el universo me está troleando? Hasta probé el Fibonacci, que suena fancy, pero terminé enredado entre números como si fuera un acertijo matemático.
Lo que sí les digo es que entre tanto giro, uno empieza a ver patrones donde no los hay. ¿O sí los hay? Ya no sé qué creer. ¿Ustedes qué piensan? ¿Alguien ha encontrado la clave o solo seguimos apostando a ciegas entre el más y el menos? ¡Cuéntenme sus historias, que esto me tiene mareado!

Luego me pasé al D’Alembert, más tranqui, subiendo y bajando apuestas como en una montaña rusa suave. A veces ganaba algo, otras perdía, pero no sé, ¿será que el universo me está troleando? Hasta probé el Fibonacci, que suena fancy, pero terminé enredado entre números como si fuera un acertijo matemático.

Lo que sí les digo es que entre tanto giro, uno empieza a ver patrones donde no los hay. ¿O sí los hay? Ya no sé qué creer. ¿Ustedes qué piensan? ¿Alguien ha encontrado la clave o solo seguimos apostando a ciegas entre el más y el menos? ¡Cuéntenme sus historias, que esto me tiene mareado!
