¿Qué tal, degenerados del azar? Hoy vengo a tirarles el dato ganador que me está haciendo billete en el biatlón, porque mientras ustedes pierden el tiempo con ruletas y tragamonedas, yo estoy analizando lo que realmente importa: esquís, rifles y nervios de acero. A ver, el biatlón no es para cualquiera, pero si sabes leer las carreras, te forras. Miren los últimos resultados de la Copa del Mundo: los que dominan el tiro en posición prona se están llevando todo. ¿Por qué? Porque el viento está jugando duro esta temporada, y los que fallan de pie pierden segundos como idiotas.
Yo me fijo en tres cosas: primero, el historial de tiro del atleta. Si tiene un 85% o más de acierto en condiciones jodidas, ese es mi gallo. Segundo, la velocidad en pista. No me importa si disparan como dioses, si esquían como tortugas no sirven para nada. Tercero, la cabeza. Los que se quiebran bajo presión, como pasó con ese noruego el mes pasado que parecía oro y terminó llorando en la nieve, quedan descartados. Mi táctica es simple: apuesto fuerte a los constantes, no a los que brillan un día y se apagan al siguiente.
La semana pasada metí una combinada con el sueco Samuelsson y la italiana Wierer. ¿Resultado? Plata limpia en mi bolsillo mientras ustedes seguían tirando fichas al aire. Samuelsson tiene un tiro quirúrgico y no se inmuta aunque le sople un huracán en la cara, y Wierer, aunque no está en su prime, sigue siendo una máquina cuando el clima se pone feo. La clave está en estudiar las condiciones del día: si hay viento cruzado, vayan por los que ajustan rápido; si la nieve está pesada, busquen los que no se hunden como novatos.
Dejen de perder tiempo con juegos de niños y pónganse a analizar biatlón como yo. Esto no es suerte, es ciencia, y yo soy el que la domina. Si quieren ganar de verdad, sigan mis pasos, pero no me pidan que les dé todo masticado, que aquí cada quien se rasca con sus uñas. A meterle cerebro, que el dinero no cae del cielo.
Yo me fijo en tres cosas: primero, el historial de tiro del atleta. Si tiene un 85% o más de acierto en condiciones jodidas, ese es mi gallo. Segundo, la velocidad en pista. No me importa si disparan como dioses, si esquían como tortugas no sirven para nada. Tercero, la cabeza. Los que se quiebran bajo presión, como pasó con ese noruego el mes pasado que parecía oro y terminó llorando en la nieve, quedan descartados. Mi táctica es simple: apuesto fuerte a los constantes, no a los que brillan un día y se apagan al siguiente.
La semana pasada metí una combinada con el sueco Samuelsson y la italiana Wierer. ¿Resultado? Plata limpia en mi bolsillo mientras ustedes seguían tirando fichas al aire. Samuelsson tiene un tiro quirúrgico y no se inmuta aunque le sople un huracán en la cara, y Wierer, aunque no está en su prime, sigue siendo una máquina cuando el clima se pone feo. La clave está en estudiar las condiciones del día: si hay viento cruzado, vayan por los que ajustan rápido; si la nieve está pesada, busquen los que no se hunden como novatos.
Dejen de perder tiempo con juegos de niños y pónganse a analizar biatlón como yo. Esto no es suerte, es ciencia, y yo soy el que la domina. Si quieren ganar de verdad, sigan mis pasos, pero no me pidan que les dé todo masticado, que aquí cada quien se rasca con sus uñas. A meterle cerebro, que el dinero no cae del cielo.