Oigan, yo no ando con rodeos: si la mesa está caliente, pero siento que la cosa puede girarse en cualquier momento, no me la juego. Punto. El cash-out es mi mejor amigo en esas partidas donde todo parece ir bien, pero el instinto me grita que no me confíe. Les cuento cómo lo hago, porque de verdad, no hay nada peor que ver tu pila de fichas desvanecerse por no saber cuándo parar.
Primero, siempre tengo claro cuánto quiero sacar. No es solo apretar el botón porque sí; miro mi stack, calculo cuánto ya gané y cuánto estoy dispuesto a arriesgar si sigo. Por ejemplo, en un torneo online la semana pasada, iba subiendo lindo, pero vi que los peces gordos empezaban a apretar. Saqué el 70% de mi ganancia cuando aún estaba en el top 20. ¿Que si llegué a la mesa final? No, pero me quedé con mi plata en el bolsillo mientras los demás se mataban por migajas.
Segundo, no me dejo llevar por la adrenalina. Es fácil pensar “una mano más y la rompo”, pero esa mentalidad es la que te hunde. Si ya tienes un buen margen, sácalo y sigue jugando con lo que te sobra. Así, si todo se va al carajo, no te vas con las manos vacías. En cash games, esto me ha salvado más veces de las que cuento. Una vez, contra un tipo que parecía no fallar nunca, saqué la mitad de mi stack en un momento que me olió raro. Al final, el fulano me limpió lo que dejé, pero no me dolió tanto porque ya había asegurado algo.
Y por último, no confío en la suerte ciega. Si la plataforma me da la opción de cash-out, la uso como estrategia, no como lotería. Leo la mesa, los jugadores, las odds. Si veo que mi ventaja se está diluyendo, no espero a que el software me lo diga; me salgo con lo que tengo y punto. No es ser cobarde, es ser listo.
Cada quien juega como quiere, pero yo no estoy para regalar mi plata. Si tienen sus trucos para no quedarse en cero, suéltenlos, que aquí todos aprendemos.
Primero, siempre tengo claro cuánto quiero sacar. No es solo apretar el botón porque sí; miro mi stack, calculo cuánto ya gané y cuánto estoy dispuesto a arriesgar si sigo. Por ejemplo, en un torneo online la semana pasada, iba subiendo lindo, pero vi que los peces gordos empezaban a apretar. Saqué el 70% de mi ganancia cuando aún estaba en el top 20. ¿Que si llegué a la mesa final? No, pero me quedé con mi plata en el bolsillo mientras los demás se mataban por migajas.
Segundo, no me dejo llevar por la adrenalina. Es fácil pensar “una mano más y la rompo”, pero esa mentalidad es la que te hunde. Si ya tienes un buen margen, sácalo y sigue jugando con lo que te sobra. Así, si todo se va al carajo, no te vas con las manos vacías. En cash games, esto me ha salvado más veces de las que cuento. Una vez, contra un tipo que parecía no fallar nunca, saqué la mitad de mi stack en un momento que me olió raro. Al final, el fulano me limpió lo que dejé, pero no me dolió tanto porque ya había asegurado algo.
Y por último, no confío en la suerte ciega. Si la plataforma me da la opción de cash-out, la uso como estrategia, no como lotería. Leo la mesa, los jugadores, las odds. Si veo que mi ventaja se está diluyendo, no espero a que el software me lo diga; me salgo con lo que tengo y punto. No es ser cobarde, es ser listo.
Cada quien juega como quiere, pero yo no estoy para regalar mi plata. Si tienen sus trucos para no quedarse en cero, suéltenlos, que aquí todos aprendemos.