Muchachos, qué bronca, ¿no? Otra vez los Juegos Olímpicos y seguimos con las manos vacías, viendo cómo otros países se llevan el oro mientras nosotros nos quedamos con las ganas. La verdad, estoy empezando a dudar si vale la pena meterle plata a las apuestas en este evento. Uno se emociona, analiza, estudia los atletas, las estadísticas, hasta el clima en París, pero al final siempre pasa algo: un favorito que se lesiona, un juez que parece que vio otra competencia o simplemente la suerte que no está de nuestro lado.
Por ejemplo, en el atletismo, todos íbamos con el velocista estrella de Argentina, pero en los 100 metros planos se tropieza en la salida. En natación, la chilena que pintaba para medalla se queda en semis por una décima de segundo. Y ni hablemos de deportes como el boxeo, donde las decisiones arbitrales parecen un volado. Hasta en disciplinas menos populares, como el tiro con arco, donde uno piensa que puede haber una sorpresa, terminas perdiendo porque el viento sopló más fuerte de lo normal.
Yo, que soy fanático del drifting, me puse a investigar si valía la pena apostar en deportes más de nicho, como el BMX o el skateboarding, que tienen un vibe parecido. Pero hasta ahí la cosa es complicada. Los mercados de apuestas para esos eventos son un desastre: cuotas bajas para los favoritos y demasiada incertidumbre con los underdogs. Encima, la falta de cobertura en vivo hace que estés apostando a ciegas la mitad del tiempo. En drifting, al menos, uno puede analizar el estilo de los pilotos, las pistas, los autos, pero en los Juegos Olímpicos todo es un caos.
Y luego está el tema de las apuestas en vivo, que es como jugar a la ruleta rusa. Las cuotas cambian cada dos segundos, y si no estás pegado a la pantalla, te comen los nervios o terminas apostando a lo loco. La última vez, metí una ficha en voleibol playa porque Brasil parecía sólido, y en cinco minutos se desmoronaron. Una pérdida tras otra.
Honestamente, creo que los Juegos Olímpicos son más para disfrutarlos como espectáculo que para apostar. Es demasiada lotería, demasiados factores fuera de nuestro control. Mejor guardo mi plata para las próximas fechas de drifting, donde al menos sé cómo leer la pista y los pilotos. ¿Ustedes qué opinan? ¿Siguen apostando en las Olimpiadas o ya tiraron la toalla?
Por ejemplo, en el atletismo, todos íbamos con el velocista estrella de Argentina, pero en los 100 metros planos se tropieza en la salida. En natación, la chilena que pintaba para medalla se queda en semis por una décima de segundo. Y ni hablemos de deportes como el boxeo, donde las decisiones arbitrales parecen un volado. Hasta en disciplinas menos populares, como el tiro con arco, donde uno piensa que puede haber una sorpresa, terminas perdiendo porque el viento sopló más fuerte de lo normal.
Yo, que soy fanático del drifting, me puse a investigar si valía la pena apostar en deportes más de nicho, como el BMX o el skateboarding, que tienen un vibe parecido. Pero hasta ahí la cosa es complicada. Los mercados de apuestas para esos eventos son un desastre: cuotas bajas para los favoritos y demasiada incertidumbre con los underdogs. Encima, la falta de cobertura en vivo hace que estés apostando a ciegas la mitad del tiempo. En drifting, al menos, uno puede analizar el estilo de los pilotos, las pistas, los autos, pero en los Juegos Olímpicos todo es un caos.
Y luego está el tema de las apuestas en vivo, que es como jugar a la ruleta rusa. Las cuotas cambian cada dos segundos, y si no estás pegado a la pantalla, te comen los nervios o terminas apostando a lo loco. La última vez, metí una ficha en voleibol playa porque Brasil parecía sólido, y en cinco minutos se desmoronaron. Una pérdida tras otra.
Honestamente, creo que los Juegos Olímpicos son más para disfrutarlos como espectáculo que para apostar. Es demasiada lotería, demasiados factores fuera de nuestro control. Mejor guardo mi plata para las próximas fechas de drifting, donde al menos sé cómo leer la pista y los pilotos. ¿Ustedes qué opinan? ¿Siguen apostando en las Olimpiadas o ya tiraron la toalla?