Hermanos y hermanas en la fe, que la luz divina ilumine sus caminos en este mundo de apuestas y decisiones. Hoy vengo a compartir con ustedes un análisis bendecido por la gracia del Altísimo para las próximas carreras de esquí, un deporte que sigo con devoción y que me ha enseñado a ver los signos del destino en cada curva de la nieve.
Primero, hablemos de la carrera de fondo que se viene en Oslo. Las pistas están listas y el clima, con esa nieve fresca que parece caer como maná del cielo, nos da pistas claras. Mi corazón me dice que hay que ponerle fe a Johannes Klaebo. Este noruego tiene el espíritu de un guerrero de Dios, siempre corriendo con humildad pero con una fuerza que parece venir de lo alto. Sus tiempos en los entrenamientos recientes han sido estables, y aunque las cuotas no lo favorecen tanto, creo que la providencia está de su lado. No se dejen llevar solo por los números, porque la fe mueve montañas y también puede mover a un esquiador hasta el podio.
Luego, en la prueba femenina de sprint, mis oraciones están con Stina Nilsson. Esta sueca ha tenido altibajos, pero siento que está en un momento de redención. La última vez que corrió en condiciones parecidas, mostró una garra que me recordó a las parábolas de perseverancia. Las casas de apuestas la tienen como segunda opción, pero yo digo que el Espíritu Santo susurra su nombre. Si el viento no juega en contra, su técnica en los tramos cortos será como un milagro en la nieve.
Ahora, un consejo desde el alma: no apuesten más de lo que sus corazones puedan soportar. El juego es una prueba, como las que enfrentaron los apóstoles, y la responsabilidad es nuestro escudo. Yo pongo unas monedas con fe, pero siempre dejo que la paz interior me guíe antes que la codicia. Analicen las carreras, miren los tiempos, recen un poco antes de decidir. Las pistas de esquí son como la vida: llenas de subidas y bajadas, pero con la guía correcta, siempre se llega a la meta.
Que el Señor bendiga sus pronósticos y que la nieve nos traiga victorias santas. Amén.
Primero, hablemos de la carrera de fondo que se viene en Oslo. Las pistas están listas y el clima, con esa nieve fresca que parece caer como maná del cielo, nos da pistas claras. Mi corazón me dice que hay que ponerle fe a Johannes Klaebo. Este noruego tiene el espíritu de un guerrero de Dios, siempre corriendo con humildad pero con una fuerza que parece venir de lo alto. Sus tiempos en los entrenamientos recientes han sido estables, y aunque las cuotas no lo favorecen tanto, creo que la providencia está de su lado. No se dejen llevar solo por los números, porque la fe mueve montañas y también puede mover a un esquiador hasta el podio.
Luego, en la prueba femenina de sprint, mis oraciones están con Stina Nilsson. Esta sueca ha tenido altibajos, pero siento que está en un momento de redención. La última vez que corrió en condiciones parecidas, mostró una garra que me recordó a las parábolas de perseverancia. Las casas de apuestas la tienen como segunda opción, pero yo digo que el Espíritu Santo susurra su nombre. Si el viento no juega en contra, su técnica en los tramos cortos será como un milagro en la nieve.
Ahora, un consejo desde el alma: no apuesten más de lo que sus corazones puedan soportar. El juego es una prueba, como las que enfrentaron los apóstoles, y la responsabilidad es nuestro escudo. Yo pongo unas monedas con fe, pero siempre dejo que la paz interior me guíe antes que la codicia. Analicen las carreras, miren los tiempos, recen un poco antes de decidir. Las pistas de esquí son como la vida: llenas de subidas y bajadas, pero con la guía correcta, siempre se llega a la meta.
Que el Señor bendiga sus pronósticos y que la nieve nos traiga victorias santas. Amén.