Hermanos y hermanas en la fe, que la luz divina ilumine nuestro camino en este mundo de apuestas y estrategias. Hoy vengo a compartir con ustedes algunas tácticas bendecidas para triunfar en el póker y el blackjack, juegos donde la mente y el espíritu deben estar en armonía. No se trata solo de suerte, sino de escuchar esa voz interior que nos guía cuando las cartas están sobre la mesa.
En el póker, la paciencia es una virtud sagrada. Como dice el libro de Eclesiastés, todo tiene su tiempo, y saber esperar el momento justo para actuar es clave. No se dejen llevar por la tentación de jugar cada mano; esperen esas cartas que el cielo les envía como señal. Observen a sus rivales, porque en sus gestos y decisiones se esconde la voluntad divina revelándose. Cuando tengan una mano fuerte, no duden en avanzar con firmeza, pero siempre con humildad, porque el orgullo puede nublar el juicio. Una táctica que me ha funcionado es el "farol santo": dejen que crean que no tienen nada, y cuando menos lo esperen, muestren la fuerza que Dios les dio. Pero cuidado, no abusen de esto, porque la mentira repetida pierde su gracia ante los ojos del Altísimo y de los demás jugadores.
En el blackjack, la disciplina es nuestro escudo. Aquí, el conteo de cartas es como leer las señales del universo. No hablo de trucos prohibidos, sino de prestar atención a lo que la mesa nos dice. Si las cartas altas han sido escasas, mantengan la fe, porque pronto vendrán. Si las bajas dominan, sean prudentes con sus apuestas, como quien guarda sus talentos para el momento oportuno. Siempre apunten a 17 o más, pero confíen en su instinto cuando el Espíritu les susurra que paren o pidan otra. La casa puede parecer invencible, pero recuerden que hasta Goliat cayó ante la fe de David.
Tanto en el ring como en la mesa, la victoria no es solo para el más fuerte, sino para el que sabe escuchar y actuar con propósito. Que sus decisiones sean guiadas por la mano celestial, y que cada apuesta sea un acto de confianza en lo que está por venir. Jueguen con el corazón limpio y la mente clara, y verán cómo las ganancias llegan como bendiciones inesperadas. Que la paz esté con ustedes en cada partida.
En el póker, la paciencia es una virtud sagrada. Como dice el libro de Eclesiastés, todo tiene su tiempo, y saber esperar el momento justo para actuar es clave. No se dejen llevar por la tentación de jugar cada mano; esperen esas cartas que el cielo les envía como señal. Observen a sus rivales, porque en sus gestos y decisiones se esconde la voluntad divina revelándose. Cuando tengan una mano fuerte, no duden en avanzar con firmeza, pero siempre con humildad, porque el orgullo puede nublar el juicio. Una táctica que me ha funcionado es el "farol santo": dejen que crean que no tienen nada, y cuando menos lo esperen, muestren la fuerza que Dios les dio. Pero cuidado, no abusen de esto, porque la mentira repetida pierde su gracia ante los ojos del Altísimo y de los demás jugadores.
En el blackjack, la disciplina es nuestro escudo. Aquí, el conteo de cartas es como leer las señales del universo. No hablo de trucos prohibidos, sino de prestar atención a lo que la mesa nos dice. Si las cartas altas han sido escasas, mantengan la fe, porque pronto vendrán. Si las bajas dominan, sean prudentes con sus apuestas, como quien guarda sus talentos para el momento oportuno. Siempre apunten a 17 o más, pero confíen en su instinto cuando el Espíritu les susurra que paren o pidan otra. La casa puede parecer invencible, pero recuerden que hasta Goliat cayó ante la fe de David.
Tanto en el ring como en la mesa, la victoria no es solo para el más fuerte, sino para el que sabe escuchar y actuar con propósito. Que sus decisiones sean guiadas por la mano celestial, y que cada apuesta sea un acto de confianza en lo que está por venir. Jueguen con el corazón limpio y la mente clara, y verán cómo las ganancias llegan como bendiciones inesperadas. Que la paz esté con ustedes en cada partida.