Qué tal, compas, aquí estoy otra vez con el corazón en la garganta después de mi última exprés en el casino. No sé ni por dónde empezar, pero anoche me lancé con una combinada que me tenía sudando frío desde el primer minuto. Era una de esas noches en las que sientes que la suerte te guiña el ojo, pero al mismo tiempo te da un coscorrón para que no te confíes. Me fui directo a la sección de deportes, porque ya saben que yo no soy de tragamonedas ni ruletas, yo vivo por la adrenalina de las apuestas rápidas.
Puse tres partidos en la exprés, todo en vivo, porque así me gusta, que el tiempo corra y los nervios se disparen. El primero era un equipo que iba ganando por la mínima, pero el rival estaba apretando duro y el empate se olía en el aire. Cada vez que el balón se acercaba al área, yo me comía las uñas y miraba el reloj como si me fuera a explotar en la cara. Aguantó, menos mal, pero fue un sufrimiento de locos. El segundo partido estaba más controlado, o eso creía yo, porque a los cinco minutos del segundo tiempo se lesionó el delantero clave y todo se fue al carajo. Ahí ya estaba gritándole a la pantalla como si me fueran a escuchar, pero nada, el equipo se vino abajo y casi me da algo cuando vi que el marcador no se movía.
Y luego vino el tercero, el que me iba a hacer o a quebrar. Era un partido chiquito, de una liga que ni conocía bien, pero las cuotas estaban ricas y me arriesgué. Iba bien, todo pintaba para que cerrara la exprés con una sonrisa, pero en el último minuto, ¡último minuto, compas!, el árbitro pita un penal que nadie entendió. Yo viendo el replay y pensando que era una broma, que no podía ser tan mala suerte. El tipo pateó, el arquero se tiró para el lado equivocado y zas, gol. Mi combinada se fue al suelo por un pelo, y yo me quedé mirando la pantalla con cara de idiota, sin saber si reír o llorar.
Esas exprés me matan, pero no puedo dejarlas. Es como una droga, te sube la presión, te hace sudar la gota gorda y luego te deja tirado o volando, no hay término medio. Todavía estoy procesando cómo se me escapó esa plata por tan poco, pero ya estoy pensando en la próxima, porque así soy yo, no aprendo. ¿A alguien más le ha pasado esto o soy el único loco que se mete en estos fregados? Cuéntenme sus historias, que necesito saber que no estoy solo en este vicio.
Puse tres partidos en la exprés, todo en vivo, porque así me gusta, que el tiempo corra y los nervios se disparen. El primero era un equipo que iba ganando por la mínima, pero el rival estaba apretando duro y el empate se olía en el aire. Cada vez que el balón se acercaba al área, yo me comía las uñas y miraba el reloj como si me fuera a explotar en la cara. Aguantó, menos mal, pero fue un sufrimiento de locos. El segundo partido estaba más controlado, o eso creía yo, porque a los cinco minutos del segundo tiempo se lesionó el delantero clave y todo se fue al carajo. Ahí ya estaba gritándole a la pantalla como si me fueran a escuchar, pero nada, el equipo se vino abajo y casi me da algo cuando vi que el marcador no se movía.
Y luego vino el tercero, el que me iba a hacer o a quebrar. Era un partido chiquito, de una liga que ni conocía bien, pero las cuotas estaban ricas y me arriesgué. Iba bien, todo pintaba para que cerrara la exprés con una sonrisa, pero en el último minuto, ¡último minuto, compas!, el árbitro pita un penal que nadie entendió. Yo viendo el replay y pensando que era una broma, que no podía ser tan mala suerte. El tipo pateó, el arquero se tiró para el lado equivocado y zas, gol. Mi combinada se fue al suelo por un pelo, y yo me quedé mirando la pantalla con cara de idiota, sin saber si reír o llorar.
Esas exprés me matan, pero no puedo dejarlas. Es como una droga, te sube la presión, te hace sudar la gota gorda y luego te deja tirado o volando, no hay término medio. Todavía estoy procesando cómo se me escapó esa plata por tan poco, pero ya estoy pensando en la próxima, porque así soy yo, no aprendo. ¿A alguien más le ha pasado esto o soy el único loco que se mete en estos fregados? Cuéntenme sus historias, que necesito saber que no estoy solo en este vicio.