Ey, compas, aquí estamos otra vez dándole vueltas al balón y a las apuestas, porque si algo nos gusta más que ver a LeBron volando por la cancha es tratar de sacarle unos pesos al asunto. Hoy vengo con mi rollo de la secuencia de Fibonacci, esa que suena a fórmula mágica pero a veces te deja más perdido que un novato defendiendo a Curry en el perímetro. La idea es simple: usas los números de Fibonacci (1, 1, 2, 3, 5, 8, 13 y así) para calcular cuánto apostar después de cada pérdida, y supuestamente recuperas todo cuando ganas. ¿Fácil, no? Bueno, no tan rápido, que esto no es un pase de Jokić.
A ver, les cuento cómo lo apliqué en los últimos juegos de la NBA. Empecé con una apuesta chiquita, digamos 10 pesos, en que los Lakers le ganaban a los Suns. Perdí, obvio, porque Durant estaba enchufado como si estuviera jugando en el patio de su casa. Siguiente apuesta, 10 otra vez (1+1), y me fui con los Celtics contra los Nets. Otra vez al hoyo, porque Tatum decidió que ese día no era su día. Ya para la tercera, subí a 20 (1+2), pensando que los Warriors se comían a los Rockets. Error, amigos, error. Green se puso a lanzar triples como si fuera Splash Brother y me dejó viendo estrellitas.
Total, que para cuando llegué a la apuesta de 50 (3+5), ya estaba rezándole a San Fibonacci para que los Bucks ganaran fácil a los Pistons. Ganaron, sí, pero sudaron más que yo contando billetes imaginarios, y al final recuperé lo perdido... más o menos. O sea, el método funciona si tienes paciencia de monje y una billetera más gorda que el contrato de Giannis. Pero, siendo honestos, esto de aplicar matemáticas a las apuestas es como pedirle a un balón que no bote: puede que lo logres un segundo, pero al final siempre cae.
Entonces, ¿vale la pena? Depende. Si te gusta el subidón de ir sumando números mientras ves cómo tu equipo se la juega en el último cuarto, pues dale. Pero si eres de los que prefiere apostar con el corazón y no con la calculadora, mejor déjale la secuencia a los nerds y disfruta el juego. Yo, por mi parte, sigo probando, porque entre el caos de la NBA y el de mi cuenta bancaria, algo tiene que salir bien, ¿no? Ya les contaré si termino en la banca o en la banca rota.
A ver, les cuento cómo lo apliqué en los últimos juegos de la NBA. Empecé con una apuesta chiquita, digamos 10 pesos, en que los Lakers le ganaban a los Suns. Perdí, obvio, porque Durant estaba enchufado como si estuviera jugando en el patio de su casa. Siguiente apuesta, 10 otra vez (1+1), y me fui con los Celtics contra los Nets. Otra vez al hoyo, porque Tatum decidió que ese día no era su día. Ya para la tercera, subí a 20 (1+2), pensando que los Warriors se comían a los Rockets. Error, amigos, error. Green se puso a lanzar triples como si fuera Splash Brother y me dejó viendo estrellitas.
Total, que para cuando llegué a la apuesta de 50 (3+5), ya estaba rezándole a San Fibonacci para que los Bucks ganaran fácil a los Pistons. Ganaron, sí, pero sudaron más que yo contando billetes imaginarios, y al final recuperé lo perdido... más o menos. O sea, el método funciona si tienes paciencia de monje y una billetera más gorda que el contrato de Giannis. Pero, siendo honestos, esto de aplicar matemáticas a las apuestas es como pedirle a un balón que no bote: puede que lo logres un segundo, pero al final siempre cae.
Entonces, ¿vale la pena? Depende. Si te gusta el subidón de ir sumando números mientras ves cómo tu equipo se la juega en el último cuarto, pues dale. Pero si eres de los que prefiere apostar con el corazón y no con la calculadora, mejor déjale la secuencia a los nerds y disfruta el juego. Yo, por mi parte, sigo probando, porque entre el caos de la NBA y el de mi cuenta bancaria, algo tiene que salir bien, ¿no? Ya les contaré si termino en la banca o en la banca rota.