Qué manera de empezar el día, otra vez con el sabor amargo de la derrota. El Tour de Francia me tenía ilusionado este año, pensé que por fin iba a acertar con mi apuesta. Había hecho mis cálculos, seguí cada etapa al detalle, analicé el rendimiento de los ciclistas en las montañas y las contrarrelojes. Puse mi dinero en Jonas Vingegaard, porque después de lo que mostró en las primeras etapas, parecía que nadie podía alcanzarlo. Pero llegó esa maldita etapa 17, ese puerto interminable donde todo se derrumbó. Tadej Pogačar sacó una ventaja que no esperaba, y de repente mi apuesta se fue al suelo.
No sé si soy yo que no entiendo las señales o si este deporte es puro caos. Revisé las estadísticas, el historial de los corredores, incluso el clima en los Alpes. Todo apuntaba a que Vingegaard tenía el control, pero el ciclismo siempre encuentra la forma de sorprenderme, y no para bien esta vez. Gasté horas viendo repeticiones, comparando tiempos de años anteriores, y al final, nada. Otra lección cara que me deja pensando si vale la pena seguir apostando a las piernas de estos tipos.
Lo peor es que no aprendo. Cada temporada me digo que voy a estudiar más, que voy a ser más frío con mis decisiones, pero siempre termino dejándome llevar por la emoción de las subidas y las escapadas. Ahora estoy aquí, contando los días para la Vuelta a España, porque aunque duela, sé que voy a volver a intentarlo. Este deporte me tiene atrapado, para bien o para mal.
No sé si soy yo que no entiendo las señales o si este deporte es puro caos. Revisé las estadísticas, el historial de los corredores, incluso el clima en los Alpes. Todo apuntaba a que Vingegaard tenía el control, pero el ciclismo siempre encuentra la forma de sorprenderme, y no para bien esta vez. Gasté horas viendo repeticiones, comparando tiempos de años anteriores, y al final, nada. Otra lección cara que me deja pensando si vale la pena seguir apostando a las piernas de estos tipos.
Lo peor es que no aprendo. Cada temporada me digo que voy a estudiar más, que voy a ser más frío con mis decisiones, pero siempre termino dejándome llevar por la emoción de las subidas y las escapadas. Ahora estoy aquí, contando los días para la Vuelta a España, porque aunque duela, sé que voy a volver a intentarlo. Este deporte me tiene atrapado, para bien o para mal.