Ese día estaba tan metido en el partido del Olympiacos contra el Barça que se me ocurrió apostarlo todo a un triple de Sloukas en el último segundo. La adrenalina me tenía loco, y cuando entró la canasta, terminé gritándole al crupier en vivo como si él tuviera la culpa de mis nervios. Gané, sí, pero creo que me odió por el escándalo.